Material de consulta para los docentes:
Marco histórico de las revoluciones de Independencia 1810 -1820.
Desde 1810 habían transcurrido intensos años de dubitaciones, controversias, enfrentamientos
políticos y campañas militares con distintos desenlaces. Se realizaron varios intentos fallidos para
sentar bases institucionales y organizar un gobierno que reemplazara a la monarquía, todo lo cual
había perturbado y demorado la nueva organización que se gestaba a partir de la centralización
impuesta desde Buenos Aires.
¿Cómo fue la participación de los sectores bajos de la sociedad?
La Revolución y la guerra dieron lugar a un cambio fundamental: la disolución del sistema de
castas, que fijaba desde un marco legal y racial la inferioridad de todos aquellos que no tenían
origen europeo que en esa época se denominaban bajo pueblo o plebe: negros, mestizos,
pardos, zambos e indígenas. Las desigualdades por el color de piel no dejaron de estar presentes
en las relaciones sociales, pero sí lo hicieron legalmente, todos fueron considerados ciudadanos.
Se creó rápidamente luego del inicio del proceso revolucionario una fuerte identificación de los
negros con la causa de la Patria. Para la población negra la revolución representó un gran
cambio, un objetivo primordial se volvía realizable: obtener la libertad.
En esos años la participación de la plebe en los asuntos públicos creció y fue muy importante su
presencia y su politización de los espacios de sociabilidad popular. Fiestas populares, mercados,
calles y pulperías (esquinas en las que se vendían alimentos y otros bienes, además de ser
despachos de bebidas), fueron sitios de difusión de rumores, de lectura de la prensa en voz alta y
de discusiones políticas. Al final de la década de 1810, la plebe había sufrido fuertemente la
guerra de la independencia: muchos de los soldados que pelearon tenían esa extracción social;
algunos entraron al Ejército voluntariamente y otros fueron obligados a hacerlo.
Desde 1810 habían transcurrido intensos años de dubitaciones, controversias, enfrentamientos
políticos y campañas militares con distintos desenlaces. Se realizaron varios intentos fallidos para
sentar bases institucionales y organizar un gobierno que reemplazara a la monarquía, todo lo cual
había perturbado y demorado la nueva organización que se gestaba a partir de la centralización
impuesta desde Buenos Aires.
¿Cómo fue la participación de los sectores bajos de la sociedad?
La Revolución y la guerra dieron lugar a un cambio fundamental: la disolución del sistema de
castas, que fijaba desde un marco legal y racial la inferioridad de todos aquellos que no tenían
origen europeo que en esa época se denominaban bajo pueblo o plebe: negros, mestizos,
pardos, zambos e indígenas. Las desigualdades por el color de piel no dejaron de estar presentes
en las relaciones sociales, pero sí lo hicieron legalmente, todos fueron considerados ciudadanos.
Se creó rápidamente luego del inicio del proceso revolucionario una fuerte identificación de los
negros con la causa de la Patria. Para la población negra la revolución representó un gran
cambio, un objetivo primordial se volvía realizable: obtener la libertad.
En esos años la participación de la plebe en los asuntos públicos creció y fue muy importante su
presencia y su politización de los espacios de sociabilidad popular. Fiestas populares, mercados,
calles y pulperías (esquinas en las que se vendían alimentos y otros bienes, además de ser
despachos de bebidas), fueron sitios de difusión de rumores, de lectura de la prensa en voz alta y
de discusiones políticas. Al final de la década de 1810, la plebe había sufrido fuertemente la
guerra de la independencia: muchos de los soldados que pelearon tenían esa extracción social;
algunos entraron al Ejército voluntariamente y otros fueron obligados a hacerlo.
Qué ocurría más allá del Río de la Plata y la declaración de la Independencia
Los años previos al cruce de los Andes fueron difíciles para las revoluciones hispanoamericanas.
En 1814, Napoleón fue derrotado en Europa y Fernando VII volvió al trono. España pudo
entonces apoyar a los realistas americanos. Las monarquías absolutistas que vencieron a
Napoleón lanzaron una condena contra cualquier gobierno surgido de una “revolución”, decisión
que privó a los insurgentes americanos de obtener apoyo o reconocimiento externo. Entre 1815 y
1816, los centros revolucionarios de Nueva España (México), Venezuela, Nueva Granada (hoy
Colombia) y Chile volvieron a estar bajo el control de los realistas. El Río de la Plata fue el único
territorio que logró mantenerse autónomo, pero vivió una situación de gran crisis.
En 1814 los ejércitos liderados por José Artigas lograron recuperar la ciudad de Montevideo,
dominada por los realistas. Este triunfo alivió la amenaza sobre el Río de la Plata, pero supuso
también una ruptura de relaciones entre las autoridades porteñas y el caudillo de la Banda
Oriental. Los revolucionarios estaban divididos: José Artigas lideraba un sistema alternativo al que
encabezaba Buenos Aires, la Liga de los Pueblos Libres: la Banda Oriental (actual Uruguay),
Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, las antiguas misiones jesuitas y, por un breve tiempo, Córdoba.
El gobierno con sede en Buenos Aires tenía otros problemas en su propia jurisdicción: en 1815, el
Ejército del Norte se declaró en desobediencia, al tiempo que Cuyo resistió un cambio de
autoridades, y todo mientras la economía estaba casi arruinada por la guerra.
Tras un período de dificultades financieras, y desacuerdos sobre cómo actuar para sostener losLos años previos al cruce de los Andes fueron difíciles para las revoluciones hispanoamericanas.
En 1814, Napoleón fue derrotado en Europa y Fernando VII volvió al trono. España pudo
entonces apoyar a los realistas americanos. Las monarquías absolutistas que vencieron a
Napoleón lanzaron una condena contra cualquier gobierno surgido de una “revolución”, decisión
que privó a los insurgentes americanos de obtener apoyo o reconocimiento externo. Entre 1815 y
1816, los centros revolucionarios de Nueva España (México), Venezuela, Nueva Granada (hoy
Colombia) y Chile volvieron a estar bajo el control de los realistas. El Río de la Plata fue el único
territorio que logró mantenerse autónomo, pero vivió una situación de gran crisis.
En 1814 los ejércitos liderados por José Artigas lograron recuperar la ciudad de Montevideo,
dominada por los realistas. Este triunfo alivió la amenaza sobre el Río de la Plata, pero supuso
también una ruptura de relaciones entre las autoridades porteñas y el caudillo de la Banda
Oriental. Los revolucionarios estaban divididos: José Artigas lideraba un sistema alternativo al que
encabezaba Buenos Aires, la Liga de los Pueblos Libres: la Banda Oriental (actual Uruguay),
Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, las antiguas misiones jesuitas y, por un breve tiempo, Córdoba.
El gobierno con sede en Buenos Aires tenía otros problemas en su propia jurisdicción: en 1815, el
Ejército del Norte se declaró en desobediencia, al tiempo que Cuyo resistió un cambio de
autoridades, y todo mientras la economía estaba casi arruinada por la guerra.
ejércitos necesarios para detener el avance realista, ascendió al poder un grupo más
conservador, encabezado por el también porteño Juan Martín de Pueyrredón, que volvió a
reestablecer los vínculos entre el Interior y Buenos Aires. Este grupo más moderado fue el que
logró concretar la declaración de la Independencia. Esto se explica porque parecían tener pocas
alternativas: los territorios “reconquistados” por los realistas habían sido violentamente reprimidos,
la intransigencia de Fernando VII no permitía una vuelta atrás. En julio de 1816, un congreso
reunido en Tucumán declaró la independencia de un territorio de límites imprecisos que por
consiguiente fue llamado Provincias Unidas en Sudamérica. Artigas y quienes integraban la Liga
de los pueblos libres no participaron de esta declaración.
El Plan continental
Las Provincias Unidas en Sudamérica enfrentaban un desafío complejo, si querían garantizar la
reciente independencia era necesario coordinar fuerzas y expulsar a los españoles del territorio
americano.
La apuesta fue apoyar el plan que el generalSan Martín venía postulando hace un tiempo. Desde que fue designado para liderar el
Ejército del Norte había advertido que era imposible ganar la guerra ingresando por el
frente del Norte. La causa revolucionaria necesitaba una estrategia a escala continental
para asestar un golpe definitivo al poder español en el cono sur. Así se empezó a delinear un plan continental que suponía: primero crear y organizar un ejército en Cuyo
para defender el territorio, obtener información de inteligencia propia y confundir al enemigo
realista, luego cruzar los Andes, liberar Chile y proclamar su independencia definitiva.
En forma paralela, en el frente norte, se aplicaría una estrategia de contención a cargo de Martín Miguel de Güemes y sus milicias (conocidos como “los infernales de Güemes”). Por último, embarcar rumbo a Perú, ocupar Lima, declararlo independiente y confluir en maniobra de pinza tanto el Ejército Libertador como el Ejército del Norte en la zona del Alto Perú.
San Martín gobernador de Cuyo para poner en marcha este plan, pidió ser relevado del mando del Ejército del Norte y ser designado intendente gobernador de Cuyo (correspondía al territorio de las ciudades de San Juan, Mendoza y San Luis con las áreas rurales que las rodeaban que hasta ese momento habían dependido de Córdoba). La declaración de la Independencia el 9 de julio de 1816 legitimó uno de los requisitos que San Martín consideraba importantes; ya que quería iniciar el cruce como jefe del ejército de una región independiente y no como “insurgente” o rebelde.
Como gobernador obtuvo importantes apoyos de miembros del ejército de esta región que eran
fieles a los ideales de la revolución. Muchos de ellos habían viajado a Buenos Aires y participado
del regimiento de “Arribeños” en las invasiones inglesas. Además de ellos los miembros del
cabildo de Mendoza, comerciantes y dueños de tierras, recibieron con agrado su nombramiento,
pues esperaban detener el avance de los ejércitos de españoles en Chile. Los habitantes de las
ciudades cordilleranas tenían fuertes lazos de parentesco y redes de comercio con los vecinos de
Chile. Esto facilitó el diseño de la estrategia para reconquistar las ciudades dominadas por los
españoles.
Distinta fue la adhesión de la plebe de cuyo. En la urgencia por reunir y entrenar a los soldados
que necesitaba, San Martín reclutó a todos los esclavos varones de la zona. En algunos casos
sus dueños los “donaban” a cambio de evitar enviar a sus hijos a la guerra, en otros fueron
comprados o confiscados. A los esclavos les prometía su libertad luego de finalizada la guerra.
Reclutó también a los mestizos y criollos más pobres, al reforzar el cumplimiento de la ley de
Vagos y mal entretenidos, mote con el que se denominaba a todo aquel que no podía demostrar
que estaba trabajando en algún lugar. Si no presentaban una “papeleta de conchabo” eran
destinados al ejército. Estando allí recibían un salario. De esta forma San Martín evitaba que
desertaran, y se escaparan. Llegó a reunir entonces 5200 hombres para el cruce de los Andes, de
los cuales 1200 eran de la plebe y 710 eran esclavos.
Bibliografía consultada:
-Bragoni, Beatriz y Sara Mata de López (2007), Militarización e identidades políticas en la revolución
rioplatense. Anuario de Estudios Americanos, 64, 1, enero-junio, 221-256, Sevilla (España).
-Di Meglio, Gabriel (2010) “Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata. 1810-1820. Estudos
Ibero-Americanos, PUCRS, v. 36, n. 2, p. 266-287, jul/dez.
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